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No ahora, no. Sabes que no pediría que te fueras así, de un portazo, porque sé de tu constancia, de tu fe en tus cosas, de tu orgullo, de tu rabia… Y de tu integridad como hombre, de tu honradez, de tu sencillez, y también, sí, de ese pie que a veces no levantas del acelerador para pisar el freno. Puro corazón. No digo que seas ni el mejor estratega del fútbol ni el que mejor entiende la eficacia vestida de caireles; sé que prefieres a cinco buenos obreros antes que un artista intermitente, porque eso eres tú, fuiste en todo: un hombre de diaria entrega.

No ahora, no, aunque yo mismo, a veces, al ver cómo jugaba —es un decir— el equipo, te haya dicho de todo, no al amigo sino al entrenador. Ahora, no. Eso sería ceder al pulso que algunos te echan, y a ti no se te dobla fácilmente el brazo. Digo que te vayas cuando cierres esta temporada, te lo digo aunque dejaras al Sevilla campeón de Liga, de Champions y de Copa. Un sevillano del XIX dejó escrito que para guardar una buena memoria del amor, lo mejor era amarse mucho hoy y decirse adiós mañana. Tú has amado —amas— mucho a este club, estos colores, y en ellos pusiste todos los sueños y casi todos los has cumplido, desde que te hiciste con la banda izquierda hasta que has llevado al primer equipo a una final de Copa del Rey. Y eres el único entrenador de España que tiene a los suyos en tres competiciones. Y has batido marcas, y ahí están los números…, pero vete, Manolo, vete. Por tu bien, sobre todo. No lo hiciste cuando de jugador vino por ti el Madrid, ni cuando te quiso para entrenador el Valladolid, pero ahora lo mejor que puedes hacer es irte, amigo. No te van a faltar equipos que te paguen, quizá, más que el Sevilla, y serás aclamado los días de partido, y no te rajarán algunas críticas…, y además te echaremos de menos, que es esa miserable manera de querer a los suyos que tienen las patrias. Distancia, Manuel, distancia. No te cabrees con nadie, no digas nada de lo que puedas arrepentirte mañana: vete cuando acabe la temporada. Y que venga otro con goles y juego bonito, si es que viene; y que venga otro sin juego bonito ni goles, que puede venir; pero que tú estés lejos entonces, que la distancia, en estos casos, crea más amor que olvido. Vete, amigo. Y si es con una Copa —o dos— y el equipo en puestos de Champions, con más razón. Y después, a gritos, que te reclamen. Y entonces, no vuelvas.